Muchos, para no generalizar, hablan de ciencia, del carácter científico de
una rama, de un fenómeno o de un enunciado sobre algún hecho ocurrido en el
mundo en que vivimos. Y, como es lógico pensar,
surge la pregunta: ¿qué se conoce por
ciencia? Acudamos a algunos diccionarios:
Según The
American Heritage College dictionary, ciencia es: 1a. La observación, identificación,
descripción, investigación experimental y explicación teórica de los fenómenos 1b.
Tales actividades restringidas a una clase de fenómeno natural 1c. Tales
actividades aplicadas a un objeto de estudio.
El pequeño Larousse
Ilustrado, 2014, conjunto de conocimientos objetivos sobre ciertas categorías de
hechos, de objetos o de fenómenos, que se basa en leyes comprobables y en una metodología
de investigación propia.
Analicemos
en detalle algunos aspectos de la definición de ciencia ofrecida por El Pequeño
Larousse Ilustrado, 2014, en apariencia más completa: Transportémonos a la Edad
Media (5th-15th century). Durante este periodo el desarrollo científico fue muy
limitado. Las continuas invasiones a territorios y países eran tan frecuentes
como las plagas de enfermedades que diezmaban a comunidades enteras. Eran una época
prácticamente de supervivencia. Si alguien acudía con un brebaje, de hierbas, etc.,
para curar o aliviar una dolencia de alguna persona, era visto como un brujo
con poderes de hechicero, y hasta corría el riesgo de ser quemado en la hoguera
por sus prácticas incompatibles con las normas hasta entonces aceptadas por
cierta gente o las autoridades regionales. Si algún genio o visionario hubiera
aparecido en algún lugar concurrido, una aldea, poblado, en una especie de
bicicleta, de madera, no inventada entonces, seguramente pudo ser visto como un enviado del más allá o un
demonio con ideas o poderes perniciosos, una amenaza al uso del caballo, un fenómeno
contra toda lógica y una violación inaceptable a normas establecidas. En
aquellos tiempos la religión frenaba cualquier idea o invento considerado
producto de mentes enfermas o peligrosas a la vida cotidiana del ciudadano. La “ciencia”
de la época estaba regida por estrictas normas y procedimientos ya comprobados
como no nocivos al ser humano. Entonces volvamos a nuestro tiempo, el siglo
veintiuno. Hoy, es lo contrario, todo lo que no esté avalado por la “ciencia”
es oscurantismo. Por ejemplo, las “leyes” o principios enunciados por Isaac
Newton (1642-1727), irrebatibles en su época, son, en general, casos
particulares, válidas en condiciones determinadas, de acuerdo con la física moderna.
Debido a que no se cumplen de la misma manera con los cuerpos que viajen a
altas velocidades como la de la luz o los átomos y moléculas sometidos a
enormes temperaturas. En otras palabras, la verdad de ayer pudiera no ser la de
hoy. Cuántas veces no hemos oído: este producto o substancia se creyó durante
largos años como muy favorable al funcionamiento del hígado, por citar un
ejemplo, y hoy, según nuevos estudios, pudiera ser hasta perjudicial.
También, en
estos días, la llamada ciencia que estudia tal rama no es tan verdadera porque
existen demasiadas especulaciones que ponen en tela de juicio sus fundamentos o
total validez. Las innumerables teorías acerca de esto y de aquello. Ejemplos,
la creación del universo, la teoría del Big Bang, los universos paralelos, las múltiples
teorías de los hoyos negros, la existencia de la antimateria, las múltiples
dimensiones estipuladas por la Teoría de las Cuerdas (once dimensiones, las más
aceptada), y la cual es fundamentada a través de ecuaciones matemáticas. Sin
embargo, aunque muchos científicos apoyan esta teoría, otros, a pesar de los
fundamentos matemáticos que avalan su posible veracidad, la rechazan. Es decir,
esta última, es una teoría justificada matemáticamente y, por ende, factible de
ser verdadera aunque incongruente o incompatible con ciertas leyes establecidas
o aceptadas como solidas científicamente. Todo esto nos conduce a una conclusión
irrefutable: la llamada ciencia, no es ni remotamente ciento por cierto verdadera,
dejando espacio suficiente a otras ramas y teorías no consideradas tan científicas
pero factibles porque mientras la llamada ciencia no las pueda refutar en términos
totalmente científicos, seguirán tan incólumes como la propia ciencia.
Actualmente nada puede considerarse imposible de ocurrir. Hay inventos, ideas,
tan fantásticos que eran imposibles de concebir algunos años antes. La invención
del teléfono regular, luego el celular, la televisión, la computadora, la aviación,
la creación de una supercomputadora llamada Watson de IBM, la cual en el
programa, show, de televisión Jeopardy, derrotó de forma espectacular y
convincentemente a dos hombres que habían logrado el más alto puntaje durante el
tiempo de existencia del programa sobre preguntas de temas diversos expresadas
verbalmente por el conductor del show. Un hecho realmente increíble. Sus
posibles aplicaciones a la medicina, en el diagnóstico de enfermedades y
mejores tratamientos, así como a casi todas las ramas de la tecnología y hasta
la misma ciencia son verdaderamente extraordinarias.
En la historia
han existido grandes científicos que también eran religiosos, entre ellos se
encontraban: Einstein, Max Planck (creador de la Teoría Cuántica), Nicolás Copérnico,
Francis Bacon, Kepler, Galileo, Newton, Mendel, Kelvin y tantos otros. Recordemos
que el ser humano es mitad materia y mitad espíritu. Actualmente se habla de la
amenaza de la creación por los seres humanos de robots de inteligencia
avanzada. Estos, según piensan muchos, pudieran terminar esclavizando o
destruyendo al hombre. Sin embargo, estas máquinas, robots, no hubieran podido
surgir sin la participación previa del ser humano.
Por todo
esto, la ciencia actual se enfoca mayormente en la base material de los fenómenos;
dejando en un plano casi inexistente a la parte espiritual. Y, de esta manera,
olvidan que sin esta, la espiritual, ellos mismos no estarían analizando un
determinado fenómeno.
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