(Primera parte)
Este es un tema arduamente discutido y controversial. Algunas personas no
le dan ninguna importancia porque lo ven o consideran como costumbres del
pasado que esclaviza a la gente al atenerse a estrictas normas sociales. Sin
embargo últimamente es algo que me ha llamado poderosamente la atención por un
caso que he discutido hasta la saciedad con algunos amigos y familiares. No voy
a tratar o exponer aquí ese caso por razones éticas, humanas, sin embargo
quiero exponer mi punto de vista al respecto.
He estado consultando algunos artículos y ensayos sobre este asunto, y he
podido comprobar con entera satisfacción que estaba en lo cierto: la apariencia
personal es extremadamente importante en la vida del ser humano, hombre y
mujer, de todas las edades. No importa si una persona es más o menos atractiva
físicamente. Cualquiera que sea el caso, mejorar su apariencia física impacta a
los demás y el “yo” interno de esa persona se eleva de modo considerable.
Vestirse correctamente en la medida de las posibilidades económicas de cada
cual es un elemento primordial porque los demás te perciben como te proyectas.
Vestirse mal, descuidadamente, se envía un mensaje negativo no solamente a
los demás sino a ti mismo. El cerebro, al mirarte al espejo, se va adaptando a
esa imagen deteriorada y con el tiempo la psiquis, el yo interno, se afectará
en la misma proporción o medida.
Hay personas que les gusta vestirse de manera extravagante,
existencialista, por varias razones, entre estas pudieran citarse: problemas de
inadaptación social; desajustes de personalidad como rebeldía, conflictos
internos, rechazo a seguir las normas o patrones establecidos; influencia nociva
de los medios de comunicación; desórdenes mentales, etc.
Como hombre que soy me desagrada enormemente ver a una mujer mal vestida,
desarreglada. Me pregunto muchas veces ¿cómo a una mujer no le interesa lucir
bien, atractiva? Si una mujer es bonita, bien arreglada lucirá mucho mejor; y
si no es tan bonita, un barniz, entre cosméticos y ciertos arreglos la harán
lucir interesante, simpática, agradable.
Hoy, en estos tiempos, la apariencia personal tanto de hombres como mujeres
deja mucho que desear. Lo mismo hombres que mujeres salen a la calle que
parecen haber limpiado el patio o el piso de sus casas, sin el más mínimo
cambio en su vestimenta. Lo mismo sucede cuando van a una tienda de ropa, a un
viaje en avión, al teatro. Lo terrible de todo esto es que este comportamiento
social es inducido por los medios de comunicación, enviando mensajes de personas
que viven, se proyectan de modo marginal, enajenados sociales, mal vestidos,
viciosos, violentos, criminales, etc. El ser humano es muy susceptible de
imitar lo malo, las malas costumbres, de corromperse como se corroe hasta el
acero. La persona educada, moderada,
noble, es producto de la educación que recibe, y exactamente sucede con lo
contrario.
Yo me maravillo con que elegancia vestían las mujeres en las películas del
oeste norteamericano, siglo XIX. Una época en la que apenas existían tiendas de
ropa. Ellas, en su mayoría, se confeccionaban sus propios vestidos y aun
sombreros. También los hombres de los pequeños pueblos vestían de manera
elegante, incluyendo los cowboys (vaqueros) quienes usaban pañoletas de
colores enlazadas al cuello. Contrariamente a los hombres y mujeres de hoy en
día. El vestido, una prenda tan femenina y elegante, ha sido prácticamente
substituido por el pantalón. El pantalón en las mujeres, en la época del oeste
norteamericano, era visto por hombres y mujeres con desagrado y se criticaba a
las mujeres que intentaban usarlos aunque fuese ocasionalmente. Las mujeres jóvenes
lucen bien en pantalones, pero solo debe usarse, en mi opinión, de manera
casual, deportiva, y no como una pieza de vestir para ocasiones serias. Algunos
dirán: los tiempos cambian. Si, los tiempos cambian, pero debemos cambiar de
manera positiva. Hay que elevar el espíritu humano y no degradarlo, convirtienedo a la persona en un ser deplorable, insensible a la belleza y al sentido común que
garantice la naturaleza humana que pretendemos conservar.
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