La política
es un terreno en el que trato de no adentrarme por sus intrincados vericuetos y
malas vibraciones, para decirlo de manera paliativa para evitar otros
epítetos más contundentes. Pero es que su influencia nos afecta a todos de una
manera u otra. Mi intención no es ofender a aquellas personas con una
concepción política o ideológica opuesta a la mía ni mucho menos, sino tratar
de hacerles ver a todos, sin exclusión, la necesidad de abrir los ojos o de
comenzar a dudar de lo que hasta ahora han pensado como lo mejor para su país.
Yo no soy de derecha ni de izquierda. Soy, según creo, un ser humano que desea
de todo corazón el bien, lo mejor para la mayoría de los pueblos de esta tierra
y, en especial, los de américa latina por ser parte tanto de ustedes como mía.
La
izquierda, extrema o moderada, ha penetrado en los países de américa latina de
una forma alarmante y peligrosa. Porque ellos trabajan como ciertas sectas
religiosas que prometen la gloria y, al final, conducen a los incautos al
infierno.
El llamado
socialismo no funciona porque lleva dentro de sí una estructura molecular, intrínseca,
principios básicos e inalterables, que
generan la paralización de la economía y su ulterior deterioro progresivo.
Además de incubar y dar vida externa a una represión férrea y despiadada a los
ciudadanos del país donde se enraíza al convertirse inexorablemente en una
terrible dictadura. El origen del problema radica en que según la teoría
marxista: el mal de la sociedad está en la existencia de la empresa privada que
se apropia de los excedentes producidos por los trabajadores y los explota. Y
la vida práctica, la experiencia en todos los países donde se ha aplicado este
sistema, prueba de forma irrefutable que este principio socialista es
totalmente falso y funesto. Es aquí precisamente, en este punto donde está la falacia,
el componente esencial del socialismo, el cimiento que produce el posterior derrumbamiento
y destrucción de la economía de un país, y con ello el de la sociedad. Esto es
debido a que es todo lo contrario, porque al eliminar la empresa privada, la
economía de mercado, se destruye la esencia que mueve la economía sana,
dinámica y prospera de un país. Si no miremos el caso de China. Un país comunista
que retrocedía a pasos agigantados hacia un estado de comunidad primitiva, caracterizada
por la inanición, el deterioro y la desesperanza. ¿Por qué ahora China ha
prosperado de manera creciente, aumentando como nunca antes el bienestar de su
pueblo? Porque esta nación comenzó a liberar, reactivar y estimular el
desarrollo de la economía de mercado (basada en la autonomía de la empresa privada)
y promover la inversión extranjera de la cual obtuvo la última tecnología de
los países más avanzados.
Entonces, muchos
de los que lean este artículo se preguntarán: ¿Y por qué las naciones, sobre
todo de américa latina, no prosperaban, se desarrollaban antes cuando la
empresa privada era la forma preponderante en las economías de estos países? La
respuesta solamente pude ser una: La corrupción
galopante que existe en todos niveles de estos países. La corrupción arrasa con
todo. No puede, bajo ninguna circunstancia, haber desarrollo, progreso en la
vida de los pueblos de estas naciones mientras no se encuentren mecanismos
efectivos que la elimine o al menos la minimice a un nivel aceptable o inocuo.
La corrupción es tan nociva, destructiva que funciona, se extiende, como un
virus mortal. Su eliminación completa es casi una utopía porque,
desgraciadamente, el ser humano es altamente susceptible de caer víctima de su
influencia. Pero si se puede porque, de hecho, muchos países lo han logrado, reducirla
enormemente. Recordemos el surgimiento actual de plagas que están afectando los
vegetales, los seres humanos y todo aquello que posea una forma de vida
orgánica. Esto es debido a la contaminación del medio ambiente. Algo muy
similar actúa la corrupción cuando el medio la promueve y enriquece.
Ahora bien, el
antídoto a este mal no es inocular un veneno aún más nocivo: el socialismo,
porque el remedio seguramente resultará extremadamente peor que la enfermedad
que trata de curar.
El
socialismo solo logra cumplir una promesa: Establecer un sistema para los
pobres, como preconizan. Porque convierte en pobres, muy pobres, a todo el
mundo; exceptuando la casta gobernante.
Es el sistema de la pobreza progresiva. No hay escape. El problema es
que en este sistema, al eliminarse la propiedad privada como forma de sustentación
de los medios productivos, se crea un aparato gigantesco inoperante e
improductivo a cargo de un solo dueño o administrador: el estado. A nadie le
interesa nada ni lo estimula a trabajar más. Los sabuesos, los funcionarios del
estado, se encargan de que cada individuo o persona no traspase los límites
rígidamente impuestos por el régimen para evitar conflictos y poder mantener el
control estricto de la sociedad. Hacer lo contrario, deja de ser socialismo; y
los jerarcas no quieren correr riesgos de perder el poder que les brinda tantos
beneficios a costa de la miseria del pueblo. Son tantas las limitaciones y las
prohibiciones en una país socialista-comunista que la gente no suele contarlas,
sino que enumeran las permitidas por ser muy pocas.
Ahora bien,
pienso que una mayor participación del estado como elemento catalizador de la
economía y la sociedad pudiera ser beneficiosa. Un estado en el que los
gobernantes y dirigentes se renueven sistemáticamente de una forma limpia,
transparente, permitiendo que la sustitución periódica de unos por otros se
lleve a cabo con el firme propósito y la obligación de respetar y mejorar lo
establecido y no intentar a toda costa de aferrarse enfermizamente y por
siempre en el poder, convirtiéndose en una férrea dictadura en perjuicio del
pueblo a quien dicen representar.
De todos los
países latinoamericanos que actualmente tienen gobiernos de izquierda, hay dos
que han mejorado según he podido percibir por distintas fuentes: Uruguay y
Ecuador. En el primero, Mojica, su actual presiente, es un hombre de ideas
izquierdistas, pero pragmático y al parecer honesto. Una persona que no busca
relegirse como presidente como hace la mayoría de los demás y convertirse en
dictador. Esto dice mucho de sus verdaderas intenciones. Además, como jefe de
estado, aplicó una política económica basada en la economía de mercado. Es
decir, no fue tras la nefasta medida de emprenderla contra la empresa privada,
destruirla, sino estimularla. Abogó y apoyó la inversión extranjera para generar
empleos y el desarrollo. Cometió algunos errores poniéndose de parte de otros
países violadores sistemáticos de los derechos humanos al respaldar medidas o
pronunciamientos controversiales, pero en general fue consecuente con sus
principios de beneficiar a su pueblo.
El caso de
Ecuador presenta ciertas diferencias. El presidente Correa ha seguido una
política económica inteligente sin apartarse de la economía de mercado. Esto ha
mejorado la economía del país porque tal vez, al mismo tiempo, lograron reducir
el nivel de corrupción. Sin embargo, políticamente no es comparable con
Uruguay. Correa pretende, y de hecho lo está realizando, eternizarse en el
poder como jefe de estado. Esta acción a
la postre será perjudicial para el país porque el poder corrompe.
Desafortunadamente
los países de américa latina, en busca de un cambio que mejore la desesperante
situación económica en que algunos se encuentran, son receptivos de esos cantos
de sirena de personeros peores que las larvas causantes de las más
desbastadoras plagas. Ésta no es la solución, sino la verdadera perdición. La
única y loable solución es buscar la manera de reducir la corrupción y exterminar con medidas muy fuertes, sin flexibilidad
posible, a los corruptos. Otros países lo han logrado y gozan de una vida mejor
y promisoria para el futuro de las nuevas generaciones.
Pienso que
para lograr eliminar a los políticos corruptos se tienen que aplicar medidas
drásticas, como fuertes penas de prisión sin excepción, incluyendo la pena
capital, si se comprueba que uno de estos es o fue un corrupto mientras estuvo
sustentando un cargo de relieve en el gobierno. Y para los que ocupen puestos
menores, penas de prisión ejemplarizantes. Todo el pueblo debe velar
sistemáticamente para que se aplique con justeza y mano firme una ley
anticorrupción. Si esto se pudiera lograr, la vida de los pueblos de estas
naciones cambiaria dramáticamente para el bien de todos y para todos.
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