Ayer, 19/10/14, vi un tweet que decía
más o menos: Los mentirosos
más peligrosos son aquellos que creen que cuanto expresan es verdad. Ya yo
había llegado a esta conclusión mucho antes al analizar algunos discursos,
ideas y lemas de varios famosos dictadores o tiranos del mundo entero. Son
personajes altamente carismáticos que transmiten sus mensajes con una
eficiencia casi enfermiza. Duermen, idiotizan a la gente con sus discursos y
manifiestos. En sí son locos paranoicos con una fuerza demencial capaz de
captar la atención de las masas, ávidas de escuchar algo nuevo, una misiva de
esperanza, y así caen victimas de mensajes mesiánicos y, a veces,
apocalípticos. Los pobres, los desposeídos de los medios para llevar una vida
normal, y aquellos otros que, aunque no confrontan las mismas carencias
materiales de los primeros, son también propensos a recepcionar esas ideas por
muy descabelladas que sean. Sobre todo los llamados revolucionarios con una
agenda transformadora que prometen volver de cabeza la sociedad para proveer de
riquezas a los que nunca tuvieron nada; pero que al cabo de los años, todos
terminan en la pobreza generalizada. Por
otra parte, los mensajeros religiosos, con discursos de contenidos diferentes,
aunque con técnicas y estrategias
similares, aseguran la redención de las almas en un paraíso pleno de
recompensas.
Meses atrás puse un tweet que decía:
La llamada lucha de clase, esgrimida
por los comunistas, no es otra cosa que: los
que no tienen quieren tener y los que tienen quieren más.
Por estas razones y tantas otras, esos
“mesías” de la política o de las religiones encuentran siempre oídos prestos a
escucharlos y dispuestos a seguirlos aunque haya que remover la tierra “vieja”,
si es necesario, con el propósito de hallar la tierra prometida, el paraíso de
la humanidad tanto en la tierra para los primeros como en el cielo para los
segundos.
Estos “atributos” llevados al plano de
la vida diaria, los encontramos en algunos individuos con la capacidad de
convencer a cualquier persona que no posea una fuerte convicción de sus
principios y conocimientos que le permitan analizar adecuadamente las elucubraciones
planteadas por esos “agentes encubiertos” del manicomio o del maleficio
cavernícola.
Cuidémonos de unos y otros porque
ambos, mayormente los primeros por poder influir en las masas, son portadores
de un mensaje peligroso que nos puede causar grandes penas o ir a las calderas
del infierno.
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