EL HOMBRE ES ESCLAVO DE SU EDUCACION
Esta aseveración pudiera aparecer un poco forzada o
dramática. Sin embargo, si hurgamos en la historia, existen suficientes
evidencias que la avalan. No pretendo
hacer un análisis político que pudiera presentar la cara negativa de la moneda.
Esto es, el uso siniestro de la
programación de la mente humana por regímenes totalitarios. No, mi objetivo en
este artículo es exponer la otra cara, la positiva.
Es decir, el uso positivo de la propaganda, el
implante de ideas que redunden en beneficio de la gente y, a la vez, enseñarlos
a pensar. La educación que prepare y guie al ser humano en su desenvolvimiento
social e individual en pos de una vida mejor. Ayudando a crear un hombre
compasivo, virtuoso, no apegado a dogmas enajenantes ni a lo material. El
hombre actual está muy limitado por ciertas ataduras heredadas de sus
antepasados y de la sociedad donde se formara. Estas trabas lo condicionan a una vida
irregular, sin perspectivas, sin un disfrute verdadero.
‘Los niños
deben ser enseñados cómo pensar, no qué
pensar’, dijo en una ocasión Margaret Mead, antropóloga, comunicadora
estadounidense (1901-1978). ‘La mente es como una sombrilla, solamente es
útil cuando está abierta’; anónimo.
Estos dos pensamientos encierran por si solos toda la esencia, la verdad
del universo que abarca este tema.
Ahora bien, para formar o educar hombres y mujeres
de bien hace falta transformar las escuelas en centros reales que desarrollen
en forma positiva el intelecto humano. Instituciones que los enseñen a pensar
no de una manera predeterminada, sino abierta; aunque sin descuidar los valores
y principios que eleven al hombre a su más alta categoría donde habitan los
próceres, los poetas abanderados, los grandes pensadores. Mostrar que no todos los caminos conducen a
Roma; porque Roma es solo un destino, no el de todos. Pero para realizar una
actividad son necesarios ciertos instrumentos así como los medios adecuados y
las habilidades o conocimientos mínimos para su ejecución.
Si el hombre de hoy fuera educado desde la primaria gradualmente,
como parte integral, una asignatura del currículo de estudio, escuchando y
aprendiendo a disfrutar la música
clásica, sus perspectivas de futuro no serían las mismas que las de sus
antepasados. De esta manera se reduciría
en grado superlativo la vulgaridad, el gusto por la mala música, la violencia.
Lo haría un ser humano más sensible, mejor preparado para entender y amar al
prójimo, la naturaleza y el medio ambiente.
La escuela debe ser una especie de laboratorio donde
los jóvenes empiecen desde temprana edad a realizar experimentos, a investigar
y dar rienda suelta a su imaginación.
Que nunca estén supeditados a una ideología o forma de pensar determinada,
sino que se les den a conocer todas las ideologías y filosofías, sus puntos
fuertes y débiles; y sobre todo que se debata cada una de ellas abiertamente y
se asignen proyectos para futuras discusiones.
Hablo de la música clásica porque es mi convicción plena
que esta clase de música pudiera jugar un papel de extraordinaria importancia
en la formación de la juventud. ‘Sin música, la vida pudiera ser un error’;
Nietzsche. Pero seguramente este famoso filósofo alemán hablaba de la música
que él conocía, la música clásica. Y no
es que yo pretenda que toda la música debe ser clásica, no. Pero si ésta
predomina, las demás serán forzosamente más depuradas y hermosas. Hoy existe
demasiada vulgaridad, mediocridad, primitivismo y salvajismo. Una persona
educada, con la capacidad de poder disfrutar esta música sería prácticamente
imposible que se comportara socialmente como un troglodita, un ignorante de los verdaderos valores de la
vida.
‘Un tonto
educado es más tonto que un tonto ignorante’; Moliere. ‘Educar
la mente sin educar el corazón no es educación en sí’; Aristóteles. Y aquí
volvemos al título de este
artículo. El hombre necesita ser
educado, pero de una manera apropiada: científica; espiritual, sin olvidar la opción u
oportunidad religiosa; musical, priorizando la música clásica; cultural y moralmente,
donde se inculquen los mejores valores heredados de nuestros antepasados.
‘La
educación es un arma, cuyos efectos depende de quién la sostiene en las manos y
a quién ésta le apunte”; dijo uno de los peores
dictadores de la humanidad de quien prefiero no decir su nombre. Esta idea o
pronunciamiento no fue fruto de la abstracción o simple meditación, no; sino
que fue expresada en base a la experiencia de un hombre que supo explotar al
máximo la potencialidad de cómo manipular al ser humano, es otra prueba más de
la importancia de la verdadera educación, la que redime al hombre y no lo
esclavice. No de una forma manipulativa, malévola, en correspondencia con
ciertos intereses personales o de un grupo con ideas afines intentando
apoderarse del pensamiento y de la acción de otros, de un pueblo. De ninguna
manera. Hablo de educar al hombre para
que sea verdaderamente libre y no un esclavo, un estúpido programado para
realizar el sueño egoísta o macabro de otros.
La música clásica puede ser un gran instrumento, un excelente
medio, no un fin. La clase de educación,
positiva o negativa, es la que determinará la diferencia. El futuro de la
humanidad dependerá de cuál cara de la moneda se aplique, de qué forma, y a quién esta poderosa arma se apunte. ¡Dejemos que las obras maestras de Mozart, Beethoven,
Chopin, Liszt, Debussy y de tantos otros maestros de siglos pasados y de siglos
futuros, si se siguiera cultivando adecuadamente esta música, nos guíen en pos
de alcanzar ese gran objetivo que es educar de la mejor manera a las futuras
generaciones!
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