¿CUÁNDO UN LIBRO SE CONSIDERA COMERCIAL O LITERARIO?
Muchos
habrán visto o escuchado esta pregunta o clasificación incontables veces de distintas
maneras. Se habla bastante del tema, se especula, se juzga de forma categórica
o se insinúa sutilmente al referirse a una obra de ficción.
Todos,
incluyendo escritores, críticos, editores y lectores, ofrecen una gran
diversidad de interpretaciones de los términos: literario y comercial, pero a
la hora de definirlas, las diferencias y criterios aumentan así como las
contradicciones. Veamos algunas de ellas: para algunos, una obra literaria está
mayormente regida por el personaje central (central
character) y los personajes secundarios, en menor grado, y no así por la
trama ( plot); mientras la comercial, lo inverso, por la
trama (plot). Otros, la diferencia
fundamental está determinada por el género específico. Esto es: romance,
policiaco, misterio, ciencia ficción, psicológico, etc. Mientras para otros, la
diferencian por el estilo; la complejidad
y lentitud del desarrollo de la trama y el escaso uso de lo espectacular, evitando
el desenlace superficial, entre otros factores.
La primera
definición, la que define una obra como literaria si el personaje central es el
que rige su desenvolvimiento; y
comercial si la misma está regida principalmente por el desarrollo de la trama
y no por la complejidad y el quehacer del personaje central, no se sostiene o
no se ajusta correctamente para catalogar ciertas obras que no se enmarcan
rígidamente en alguna de las dos, sino en ambas. Esto es debido a que en toda obra, incluyendo las
de índole comercial, los dos elementos se entrelazan y se mueven más o menos
paralelamente. Si la obra, comercial, trata de crímenes, hay un personaje
central que es el criminal. Si este personaje fuese lineal, sin complejidad
alguna como si fuera un burdo criminal, la obra no podría extenderse demasiado
porque el mismo sería atrapado en poco tiempo por las autoridades. La obra terminaría, si por ciertas razones o
habilidades del escritor se extendiera milagrosamente más allá de lo que la
lógica indica, en un rotundo
fracaso. Yo pienso, cuando analizo las
acciones incomprensibles de algunas personas, que si una persona actúa con
maldad tiene que hacerlo de forma inteligente porque de lo contrario quedaría fácilmente
en evidencia, al descubierto, sin lograr su propósito. En una obra del género policiaco,
por citar un ejemplo, el criminal tiene
que ser, de hecho, una persona de gran complejidad e inteligencia porque si no
las inconsistencias, debilidades y la falta de motivación, obligaría a los
lectores a tirar el libro al cesto del olvido. Y por otro lado, si fuera una novela
con una carga excesiva en la trama a expensas del personaje central, la obra
quedaría debilitada en proporción al desbalance causado por la parte en demasía.
Si una
novela pudiera catalogarse como literaria, es decir con un peso preponderante en
el personaje central y en los personajes secundarios, relegando la trama a un
plano casi inexistente o incoherente donde los hechos se suceden sin aparente
conexión ni causalidad, creando un movimiento anárquico y sin dirección lógica,
la lectura de la obra se haría en extremo aburrida, tediosa e insoportable.
Pudiera que esta obra interesara a un reducido grupo de intelectuales que tal
vez encuentren en ella algún símil de sus propias vidas; pero no al lector
promedio. No hay obra enmarcada en esta
clase que haya trascendido en importancia.
Si no analice las novelas más importantes publicadas en distintas
épocas; aunque hay algunas excepciones de dudosa clasificación.
Las obras
de ficción más famosas de todos los tiempos contienen un balance, un equilibrio
entre la trama y el personaje central y los personajes secundarios. Veamos:
El Quijote de Cervantes, que aunque no posee una trama definida porque
abarca distintas historias, si la poseen en cada caso, es una obra
extremadamente atractiva por el estilo elocuente, ocurrente, ingenioso, que si
la analizamos bien, su aparente anarquía responde a la visión del mundo del
personaje central: don Quijote de la Mancha, un loco, y por tanto imposible de seguir
o proyectar una historia lineal, coherente en su conjunto; Anna Karenina y La Guerra
y la Paz de Tolstoy; Crimen y Castigo,
Los Hermanos Karamazov de Dostoevsky, Lolita de Nabokov; Oliver Twist, A Tale of Two Cities, Great
Expectations, Bleak House, The Pickwick
Papes de Dickens; Emma de Austen; Jane Eyre de Bronte; Papa Goriot, Eugenia
Grandet, Las Ilusiones Perdidas de Balzac; Madam Bovary de Flaubert; La Montana Mágica de Mann; Moby Dick de
Melville, y tantas y tantas otras novelas importantes del siglo 20. Pudieran
existir obras importantes como Ulises de James Joyce que es una obra
eminentemente literaria; pero esta obra no ha sido nunca acogida muy bien por
el público en general, como ha ocurrido con las otras obras citadas. Su lectura
puede aparecer difícil, aburrida, sin esa atracción que motiva a la gente, en
general, continuar leyendo esta obra con la pasión y el entusiasmo que pudiera
con cualquiera de las anteriores mencionadas.
Ahora bien, esta obra es considera por los críticos y algunos entendidos
amantes de las obras no convencionales o de gran abstracción, que rompen las
reglas yendo en contra la corriente, una obra maestra. O sea que comercialmente
fue un fracaso, aunque cuando se publicó tuvo cierto éxito porque fue una obra
censurada en el mundo entero por ser considerada de contenido profano, inmoral,
no acorde con los principios éticos de la época.
Los libros
de ficción no se pueden clasificar como pertenecientes a una clase u otra, sino
como buenos y malos. Los libros
anteriormente mencionados, entre otros muchos dejados fuera de la lista por
problemas de espacio y por el sentido común, han vencido la prueba del tiempo
por una simple razón: su incuestionable CALIDAD. Las obras de William Shakespeare son
consideradas hoy, por expertos y público en general, como obras clásicas. Sin
embargo en su tiempo fueron clasificadas o visitas como obras comerciales
porque él escribía para los pobres, la gente común y corriente de su época, no
para las clases pudientes. Sus obras de ficción eran destinadas al teatro para
ser puestas en escena en teatros populares, casi improvisados, parcialmente
cubiertos, rudimentarios por la falta de recursos. Entonces, ¿qué provoca que
sus obras fueran y sean en la actualidad tan importantes y tan altamente
consideradas?: la calidad. Lo mismo se pudiera citar con las obras de Charles
Dickens. Y es que no importa el género si el libro es bueno, de calidad
independientemente de qué se trate. Sin
embargo, un libro de un género determinado, policiaco, terror, espionaje, etc.
influye, determina, que algunas personas que rechazan estos tipos de temas, lo desdeñen
o repudien de antemano. Esto, en mi opinión, pudiera deberse a que
muchos libros basados en estos géneros
no poseen una alta calidad, capaz de romper cualquier tipo de prejuicio en su contra. Yo hablo por mi
propia experiencia. Yo no soy muy propenso a esta clase de ficción. Me gustan
los temas más literarios, elaborados. Sin embargo, varias obras de Arturo Pérez
Reverte y Dan Brown, en particular
Angels & Demons, entre otros, han
despertado mi admiración y disfrutar su lectura; borrando de esta manera
cualquier diferencia entre estos libros y los que leo regularmente.
Las obras
de Alan Poe son mayormente de misterio y policiacos, pero son pocos los escritores
y los libros que se pueden comparar con su estilo, con su maestría. Sus obras
son impresionantes. Los libros que
poseen un balance entre la trama y los personajes y que impactan por su estilo,
por lo que expresan y sugieren, por lo que
dejan a la imaginación del lector, así como por muchos otros factores
imposibles de describir pero que al final de una obra dejan al lector con un
sentimiento inexplicable como una mezcla de admiración, alegría, tristeza,
nostalgia y otras cosas que nos crean una sensación especial y la certeza de
haber leído algo de calidad, impresionante.
Ahora bien,
esto no quiere decir que si un libro posee un balance entre la trama y los
personajes, central y secundarios, garantice que sea un buen libro. Hay muchos
otros factores que hacen, complementan, la diferencia. Un libro es una obra de
arte y como tal, todos los factores que lo componen tienen que estar en
armonía, si no perfecta, lo más perfectamente posible. Algo similar sucede con una obra pictórica.
Hay muchos elementos a considerar como: la armonía de los colores, la
composición, los contrastes, el contenido temático y otra amplia variedad de
factores, visibles o invisibles, que a la postre marcaran la calidad de la
obra.
Anteriormente
mencioné algunas excepciones al referirme a algunos libros que han gozado de
una gran popularidad, pero que ante el ojo avezado de un experimentado e
inteligente lector resulta incomprensible reconocer las causas de sus éxitos.
Yo no voy a citar ejemplos por razones
obvias, sólo pretendo mencionar situaciones generales de estas obras. Esta clase de libros poseen algo místico, si
se quiere, que a pesar de no poseer ni
una cosa ni la otra, es decir, ni una trama definida, única, aunque sea no
lineal, ni tampoco una fuerte
caracterización de los personajes, son capaces de atraer la atención de muchas
personas. Algunos tienen un lenguaje
movido, sorprendente, cómico en
ocasiones, exagerado en otras. Representan una amalgama de representaciones en
escena como las del teatro de lo absurdo. Tal vez su popularidad se base en que
la ficción, la literatura en general, en
sus diferentes manifestaciones, tiene una función u objetivo fundamental:
entretener. Y parece que esta clase de libros logran de alguna manera, aunque
parezca ilógico para algunos, satisfacer ese objetivo. El arte no tiene rostro
ni reglas estrictas, sino una personalidad, una existencia que, de una forma u
otra, consiguen cautivar a las masas. Y si esto se logra, entonces, no hay que
criticar, solo quitarnos el sombrero y reconocer su validez.
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