LOS QUE APOYAN EL MAL
En un reciente Tweet de Mederos Osio, vinculado a
otro de Frida_Nikita, aparecía el siguiente mensaje:
El opresor
no sería tan fuerte si no tuviese cómplices entre los oprimidos.
Simone de Beauvoir
Yo
le contesté, porque me gustó el mensaje, que esto es 100% verdadero. Pero añadí
que esos oprimidos, cómplices de los opresores, muchas veces desconocen que son
utilizados, manipulados en beneficio de sus verdugos. Él/ella respondió que son
sinvergüenzas.
La
razón, en mi opinión, corresponde a los dos. En toda dictadura siempre habrá un
ejército de esta clase de individuos por varias causas: unos por simpatía de
alguna manera con los verdugos, porque son de la misma calaña, sinvergüenzas, y
aspiran a mejorar, con el tiempo, su
posición económica y social; otros por simple interés económico, nada más;
otros, porque se dejan arrastrar fácilmente por reclutadores que les ofrecen
futuros beneficios si hacen esto o aquello, y así van realizando acciones cada
vez peores; otros porque son amedrantados, chantajeados, y se ven a sí mismos
totalmente indefensos ante una fuerza poderosa y destructiva.
Dentro
de este ejército de cómplices están los uniformados. Muchos de ellos no lo
estaban al principio, o nunca lo estarán, con el proceder de los opresores;
pero por distintos factores se ven envueltos a llevar a cabo acciones
totalmente censurables. El tiempo va pasando y ya no hay retroceso, viéndose
obligados a defender al régimen que representan porque ya ellos son también
culpables en menor o mayor grado. Y es que el ser humano, como materia
orgánica, está expuesto a la contaminación o corrupción. Es como ir cayendo en la adicción a una droga.
Se empieza no queriendo, pequeños pasos, para pasar un rato, y, con el transcurso
de los días, meses, años no pueden reaccionar o regresar al punto de partida
por haber avanzado demasiado lejos. Otros miembros de ese mismo ejército, sirven al mejor postor y de la manera
necesaria, según las órdenes recibidas. Son
los profesionales de oficio. Sus métodos y actitudes pueden variar. Los hombres
pueden aprender a matar e inclusive también aprenden a disfrutar de sus
crímenes. Se dice que el que mata uno, puede seguir matando. Recuérdese que
a ciertos perros se les puede entrenar para matar. Los terroristas islámicos son
educados por años, y después entrenados para volarse a sí mismos y matar la
mayor cantidad posible de seres inocentes en aras de un ideal religioso y para
exterminar contaminados del gran satán.
Los
cuerpos represivos de las dictaduras no se forman reclutando lo peor de la
sociedad, esos van con sus propios pies, buscando aquí y allá, no. Se forman a
partir de un grupo, gigante, de hombres que hasta no hacía mucho eran
ciudadanos comunes y corrientes. Entonces, a base de prebendas económicas y de
la inducción paulatina de una dosis ideológica que sustenta y promueve al régimen
al cual apoyan, van aprendiendo el arte del acoso y la tortura. Esto se aprecia
en mayor escala y ejemplaridad en las dictaduras de izquierda, en que la represión
llega a niveles insospechados con la complicidad consciente e inconsciente de
muchos de los ciudadanos no directamente relacionados con los cuerpos
represores. Estos regímenes son los que más perduran porque utilizan métodos muy
sutiles y desarrollan una propaganda masiva de adoctrinamiento. Las dictaduras
de derecha, pueden ser también malévolas; pero, por lo general, su duración es
relativamente corta, y su impacto extremadamente menor.
El
hombre será, según se eduque. No olvidemos el refrán o adagio que dice: Cría cuervos y te sacarán los ojos. Si
los padres engendran odio, envidia y violencia en sus hijos desde pequeños, no
pueden aspirar a otra clase de sentimientos y actitudes en la vida futura de
sus hijos. Esto no quiere decir que no existan ovejas descarriadas en algunos
casos, porque ciertas personas dirán: a
mis hermanos y a mí nos criaron de la mejor forma, inculcándonos grandes
principios, y mi hermano, Pedro, por citar un nombre, siempre fue todo lo
contrario. No todos asimilamos ni somos capaces de desarrollar las mejores enseñanzas
recibidas; pero seguramente, la mayoría responderá positivamente a los
principios inculcados desde la niñez. Yo
he llegado a la conclusión de que el
hombre es esclavo de su educación.